A hacer arepas con queso, a arreglar instalaciones de luces navideñas. A colocar rieles para cortinas, puntillas para cuadros y toma corrientes en la pared. A lavar a mano, a usar la lavadora, a planchar camisas y a hacer frijoles y arroz. A adobar una carne, usar la olla express y a lavar platos: rápido pero bien. A cortarme la uñas de manos y pies, a limpiar paredes. A barrer y trapear el piso, a limpiar cuidadosamente el polvo de las hojas de las plantas para que puedan respirar mejor, a sembrar árboles y a desgranar arveja y maíz. A cortar y chupar caña de azúcar, a pelar piñas y a bajar naranjas y mangos de los árboles. A levantar carpas en los lugares correctos y a hacer mesas, zapateros y bancos con palos y cuerdas. A limpar una nevera, bañar perros, fritar huevos y a hacerlos con tomate y cebolla. A lavar un carro y aspirarlo por dentro. A colocar vidrios de una casa, a usar un taladro de pared, a pintar con brocha o con rodillo, a pasar la vida sin television y a abrir puertas con radiografías viejas para poder ver televisión también.
A vender cosas en el colegio, a caminar hasta la casa por haberme gastado el dinero en algo rico que comer. Pegar botones, hacer dobladillos para pantalón y para faldas. A aplicar betún a los zapatos y darles brillo. A limpiar una plancha de ropa a la que se le quedó algo pegado y a cortar carne. A hacer mercado en una plaza y a pescar con anzuelo. A montar caballo y burro, a educar un perro para que no se haga en cualquier lado. A tender camas y a amarrar cajas de cartón con cabuya. A hacer trasteos y a cambiar llantas pinchadas.
Creo que aún me faltan muchas cosas en la lista. Pero todo eso fue lo que aprendí antes de los 15 años, debido a mi hiperactividad y a unos padres creativos que tenían a la mano una actividad para mí y que me dejaron ayudar.
No permita que sus hijos sean enganchados a drogas que no sirven y que les apagan la vida.
No deje que maten la gran oportunidad que tienen de convertirse en adultos útiles y tremendamente recursivos.