Algunos hombres tratamos de nunca revelar el origen o la magnitud de nuestras preocupaciones.
Tratamos de tapar el sol con un dedo y mantener libres de nuestros temores y debilidades a nuestras parejas, en la falsa creencia que hablar de estas cosas nos hará menos ante los ojos de ellas.
Mi esposa me enseñó que debo hablar. Que ella está a mi lado por una razón y que ella no es una frágil princesa que se va a desmoronar con cada una de mis angustias.
Es bueno y saludable hablar. A veces en ese ejercicio encuentras las respuestas o al menos alivias las cargas cuando ya son dos llevándolas.
Comments
You can follow this conversation by subscribing to the comment feed for this post.